Jona Umaes

¡Tú, mujer!

          ¡Tú, mujer! ¡Sí, te hablo a ti! Si eres hombre vete a tomar una cerveza, esto no es para ti. Bueno, también puedes leer tomándome la birra, una cosa no quita la otra. Si eres mitad y mitad no vas a ser menos, léelo igualmente. Ya ves que soy bastante “inclusivo”, también conmigo mismo, ya que al escribir necesariamente tengo que leer. Si eres del año 2500 o más, estas líneas te resultarán cromañonas, trogloditas, de una mentalidad primitiva, pero tampoco te pases. Llego hasta donde puedo llegar. ¡Ya quisiera verte yo en mi lugar!

 

          A mí nadie me paga por hacer esto. Lo hago porque me gusta y, ¿por qué no? Porque me da la gana. Y es que no hay nada más gratificante que hacer lo que a uno le gusta. Es lo que me hace feliz. ¿Y a ti? ¿Estás tomando nota? Que no venga nadie a decirte dónde está la felicidad. Quién no la ve es porque no quiere.

 

          Yo quería hablar de la apariencia, de la perfección, de la razón de las cosas, y con esta introducción y unos churros, ya me he montado el mapa mental de lo que sigue. Porque la apariencia es importante, claro que sí. Todo el mundo lo sabe. Es un velo invisible que sirve para desviar la atención de lo realmente importante. Por ejemplo, quizás de este texto saques algo o te parezca pura bazofia, pero el título es resultón, ¿a qué sí? Y mira que a mí no se me da bien venderme, pero sé elegir las palabras. Reconócelo, te ha dado curiosidad el título. Es lo que en comercio se llama “marketing”, un engañabobos para llamar tu atención y luego te encuentres que el producto no era todo lo que te decían, pero, si lo es gran parte, igualmente te lo quedas. Si es un engaño, pues lo devuelves. Pero no es el caso. Yo no vendo nada, tan solo suelto lo que se me pasa por la cabeza. Puedes dejar de leer cuando quieras. Quizás te haya robado un poco de tu tiempo, aunque no creo, porque, como decía la canción de Manolo García, “nunca el tiempo es perdido”. Algo se aprende de todo lo que haces o te sucede.

 

          Como iba diciendo, la apariencia, eso que entra por los ojos, que para algo los tenemos, y los que quieren hacer negocio o tienen algún interés lo saben y explotan, es fuente de errores y distracciones. No hablo únicamente de dinero. A todo el mundo le gusta ver a una persona correctamete vestida, peinada, arreglada, maquillada. Para empezar está bien, pero luego hay que ver lo que hay detrás, porque no eres oro todo lo que reluce. El oro, ese metal precioso que a todo el mundo gusta, y que tantos problemas trae, porque el dinero solo trae problemas. Cuanto más tienes, más quieres y más tacaño te vuelves. Leí un artículo sobre estadísticas de personas que les había tocado la lotería. Una ínfima parte le quedaba algo a los pocos años. Se lo gastan todo, se vuelven majaras, se creen que es para siempre. Como todo, es mejor en su justa medida. Ni tanto ni tan poco. Al final me he ido por las ramas. Ponte que has conocido a un chico o varios y no te decides. Hombres perfectos no hay, eso de entrada, y mujeres tampoco. Huye como la peste de la perfección con quien quieras estar. Si un hombre te parece perfecto, mal asunto.

          Piensa en una canica, de estas de colorines. La coges con los dedos y admiras su perfecta redondez y para colmo es una maravilla por dentro. Tan lisa, tan suave, hasta te gusta el sonido cuando rebota en el suelo. Es un producto artificial, hecho ex profeso. Pero ahora ponte que se te cae y va a parar bajo la rueda de un coche que pasa por tu lado. El caucho la pellizca y sale disparada como una bala al ojo sano de un tuerto, con lo que lo deja cegato del todo. Una tragedia. La bola perfecta no era tan perfecta, hasta ha resultado dañina. Si estás con un hombre durante un tiempo y no le encuentras defectos: malo, malo... Debe ser un buen actor y sabe hacer que te sientas bien. Sabe lo que te gusta y te lo da. Pero no creas que eso va a ser eterno. En cuanto consiga lo que quiere, perderá el interés. Ya no hay reto y buscará otro. Los hombres no somos los tomates perfectos de los supermercados, somos los de las fruterías, con sus defectos, manchas y demás. Esos son los que tienes que buscar, tienen bastante mejor sabor, son auténticos, y con menos sorpresas. Aun así te darán disgustos, pero al menos te los esperas porque ya los ves de entrada. Pero no te la tengas tan creída porque nosotros buscamos lo mismo, lo que pasa que no nos complicamos tanto la vida. Todo es más simple y tenemos menos que perder. Para nosotros es más importante la apariencia y las mujeres lo sabéis. Somos más tontos en ese sentido y lo explotáis bien. Solo con el tiempo, vemos de qué pie cojeáis y entonces ya decidimos, si es que no lo habéis hecho vosotras antes, ja, ja.

 

          Si nuestra debilidad es vuestra apariencia, la vuestra son las palabras. Alguien con buena labia os ciega como a nosotros vuestro aspecto físico. Lo que ocurre es que las palabras no dejan huella, se las lleva el viento, salvo las dañinas y en determinadas circunstancias. Lo que realmente queda de una persona son sus hechos. De nada sirve que te regalen el oído si luego no hay actos que lo refrenden. ¿Qué más da que un hombre sea seco, aburrido, gruñón, borde o lo que quieras? ¡Para hablar y ser encantadoras ya estáis vosotras! Si luego se porta como se tiene que portar, eso es oro y lo que en realidad cuenta. Si es simpático y te hace reír, pues mejor, pero igual que es así contigo lo es con todo el mundo. Mejor que no seas celosa, porque te va a dar muchos quebraderos de cabeza. Usa la cabeza, que para algo la tienes. Si alguien es espléndido contigo, ha sido, es y lo será siempre, no importa con quien, porque es su carácter. No le pidas luego que cambie, que lo vas a amargar. ¡Que no hacéis más que querer cambiar a los hombres cuando ya los tenéis en casa! Una cosa es adaptarse, otra imponer y querer reeducar a las parejas. Se educa a los críos, no a los adultos. Las personas no cambian salvo casos excepcionales. La casa no es una dictadura, es una democracia. Si lo que quieres es a un hombre en casa, no lo trates como a un crío, diciéndole lo que puede, tiene o no tiene que hacer. No le prohíbas ni le impongas. Que luego os quejáis de los hombres calzonazos que vosotras mismas os encargáis de crear en vuestro nidito de amor. Si no entramos por el aro, castigo, sin follar y al sofá, lo cual es una estupidez porque se os vuelve en vuestra contra. Con el tiempo nos volvemos aburridos y de la forma que vosotras queréis que seamos por tal de no molestaros y evitar problemas. Se acaba la magia y a la porra todo. Al final acabas con una persona totalmente distinta de la que te enamoraste que tú misma te has encargado de cambiar y amargar. En una casa democrática no entran asesores matrimoniales. Si piensas en la pela, eso te ahorras, además de muchos disgustos.

 

Tengo más que decir, pero la sopa se toma con cuchara.


 

Toutes les droites appartiennent à son auteur Il a été publié sur e-Stories.org par la demande de Jona Umaes.
Publié sur e-Stories.org sur 20.11.2022.

 
 

Commentaires de nos lecteurs (0)


Su opinión

Nos auteurs et e-Stories.org voudraient entendre ton avis! Mais tu dois commenter la nouvelle ou la poème et ne pas insulter nos auteurs personnellement!

Choisissez svp

Contribution antérieure Prochain article

Plus dans cette catégorie "La Vie" (Nouvelles en espagnol)

Other works from Jona Umaes

Cet article t'a plu ? Alors regarde aussi les suivants :

El libro - Jona Umaes (Expérimental)
A Long, Dry Season - William Vaudrain (La Vie)
Bad year 2021 - Rainer Tiemann (Histoire)