... entra el tiempo al corazón con saña y hachas vivas y acampa en él,
sin piedad lo revienta y descuaja, lo tira a un vertedero y lo maldice allí,
lo escupe, lo mira con desprecio y después se va;
... y con el corazón tirado, con la sangre podrida y los pájaros picoteando el óxido
donde se tuvo encendido el ser, no se exige ya vivir, pues uno, entonces, no duda
de que ha muerto y empiezan a nacerle incluso hierbas, augurios de sal
y arena, cardos, empieza a silbar el viento y a dejar cardenillo en los huesos,
señales ciertas con que escruta y va llenando sus intersticios la soledad;
... así, cuando nace una rosa, uno tiende a ignorar que es en él donde nace,
pues jura y perjura que su sangre podrida y su ser devastado no existen,
que el tiempo se ha ido y sus hachas ya no pueden herirlo; en su nada,
uno tiende a creer que sus manos de muerte no podrán levantar ya la vida
de los agraces rescoldos del corazón; y aún así, en su afán por recobrar los latidos
se removerá, llorará, gritará, y ahíto de dolor, como un dios desolado recurrirá a la memoria,
pero ésta acudirá con un mar transido de de inenarrable tristeza:
indolente y dañada, no recuerda las rosas.
http://www.oriondepanthoseas.com
(Weblog literario del autor: poesía, relato, novela, filosofía y otros)
Toutes les droites appartiennent à son auteur Il a été publié sur e-Stories.org par la demande de Antonio Justel Rodriguez.
Publié sur e-Stories.org sur 25.01.2008.
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