Maria Teresa Aláez García

Momentos 1

I
 Por fin descubrí  a mi demonio personal.
 
 Comenzó a salir en mi sueño y en mi vigilia. A hablarme, a saludarme y  a criticarme directamente pero por fin, ante la luz.
 
 Era como yo cuando tenía menos edad: delgada pero sin piel ni pelo. Además hablaba como si llevara dos o más personas dentro. Muy delgada, como si pasara necesidad y le faltaran las fuerzas pero a pesar de ello muy lanzada.
 
 No recuerdo qué me dijo. Lo recordé un momento, pero vamos, lo olvidé en seguida. Estaba poniendo la pierna encima de no sé qué cosa: si de un trauma, una frustración, un complejo y creo que dijo algo como “aquí estoy” o “aquí me tienes”. Fue en un momento determinado, entre la Madeleine de Vignon/Couture y la Rue Royale o incluso pudo ser buscando la Ecole des Beaux Arts. Creo que esto vino después. Me quedé traspuesta un segundo entre pitido y pitido del portátil que no hace más que avisarme de que se recalienta – será la tercera placa base que acabe fundiendo, quemando, abrasando, desgastando – y la vi. Un momento, delante de mi. Parecía salir de algún tipo de hueco o agujero.
 
 Cada vez que aparecía le tenía miedo. No la veía de este modo. Sólo la intuía como si se hubiera colocado detrás de mí, a mi espalda. O no le veía la cara y pensaba que era un hombre muy agresivo, egoísta y deforme. Un íncubo o un súcubo o algo similar. Una vez metí la mano en una máquina de esas que leían el futuro por cinco duros – veinticinco de las antiguas pesetas, hoy serían quince céntimos más o menos -  y me dijo que tenía un súcubo dentro. Y coincidió la escena con una película mala y remala en la tele, llamada “El íncubo” donde una mujer tiene a un demonio dentro y va violando y asesinando jovencitas. Algo así entendí, vamos.
 
 Pasé a buscar alguna imagen sumeria y encontré la leyenda de Eanes pero no dejé de pensar en mi aparición demoníaca particular. Ahí la tengo, para los restos, para que me meta en líos y me haga provocar desastres. Pero la vi tan sola, tan desvalida, tan pobre… incluso hablando como la niña del exorcista y todo, no me dio miedo. Se puso a gritar y gritar pero pasé rotundamente de ella. Teniendo el momento que tenía, como para romperlo con tontadas de demonios y cosas similares.
 
 Escuchando jazz. Hablando de música, del Cern, de Georgia y de otras fruslerias. Buscando las obras arquitectónicas neoclásicas y reorganizándolas y tratando de colocar en su lugar a cromagnones, neardenthales y  a los sumerios así como a las religiones primitivas. Para qué quiero más. Un momento de esos que merece la pena alargar tanto como se pueda. Mientras dilucidaba y elucubraba acerca de que PREjuicios, PREpotencia, PREtencioso y PREsumir  así como PREdisponer empiezan igual. Bueno también pregunta, preocupación, pretender, premura, predestinación, premio, precinto y tantas otras empieza por pre.
 
 La verdad es que hay momentos y momentos. Unos para tirarlos a la basura. Otros para compadecerse y otros para conservarlos y alargarlos cuanto sea posible. Y ese que he dejado ahí como otros que han tenido la ocasión de venir a visitarme algunos segundos, merecen la pena ser recordados.  Ya los iré dejando, si me acuerdo.
 
 Otra de Mónica Naranjo desde México. No parece ella. © El texto anterior es mío, claro. (la canción no)
 
El jazz. Ah, si, el jazz.
 

 

 

Toutes les droites appartiennent à son auteur Il a été publié sur e-Stories.org par la demande de Maria Teresa Aláez García.
Publié sur e-Stories.org sur 02.09.2008.

 
 

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