- A “Leona”, mi vieja y querida perra, hermana menor -
[ ... la colgó el pastor de un manzano florido;
y yo fui aquel niño, con el ojo apostado
tras la rendija de la puerta]
… un huracán salvaje de agujas y rompientes estremeció la huerta,
las vértebras del mundo y las ubres de las flores;
cundió la oscuridad y aleteó sin rumbo el amor y la tarde,
y el cisne de la vida
y el cisne de la muerte;
¡ … que nadie, que nadie sabe hasta dónde es dolor,
que nadie sabe !
… regreso a veces a la rendija infame
y aparecen niños, cromado el iris,
tirados por el suelo;
… no, no es éste otro tormento
ni es otra la inclemencia dejando en carnes vivas
y al raso de repente;
… y no, tampoco tiene más pagos la tristeza que un boquete abierto
de frente a la memoria, un abril de niños y destrozos,
y esta ausencia que atenta me persigue, me observa y vigilará por siempre.
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Toutes les droites appartiennent à son auteur Il a été publié sur e-Stories.org par la demande de Antonio Justel Rodriguez.
Publié sur e-Stories.org sur 06.08.2009.
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