Juan Carlos González Martín

Tras la navidad

Ya terminó  la navidad.

Ese periodo de tiempo en el que los lazos familiares se unen.

Esa época que educa a la felicidad y la enseña a crecer y a hacerse mayor.

Montones de bonitas luces te conquistan y te convencen para que entres donde no deseas.

El pequeño, asombrado por la belleza del entorno, aprieta con fuerza la mano que le une al verdadero amor que nunca se esfumará.

Caminando con mi soledad y charlando con mi furia, sacamos la conclusión del falso camino que a diario recorremos.

El polvo de estrellas que forma mi ser, flotando por un mundo alternativo en el que nadie nos puede tocar. Un mundo en el que la mentira reina disfrazada de ilusión, y el odio se esconde bajo la brisa de la amistad, puesto que en navidad, no se permite expresar lo que realmente sientes.

Tanto frío hace en la calle que si los sueños se hicieran realidad, dejarían de ser sueños y perderían su atractivo encanto.

Una preciosa muñeca de cabellos dorados, contempla tras un cristal una lágrima que cae sobre el viento mojado que adorna esa esquina que despide la esperanza.

La luz mortecina que ilumina la zona más sombría, bastante parece para dar vida al sapo brillante que refleja en sus ojos inertes, simulando la tristeza.

La arropa la larga espera que narra el final de una vida sin pena. No podrá dirigir la mirada a la respuesta cuando se aleja.

Tan simple movimiento enjaula la verdad, que algún día fue ignorada. Ella retiene la única esperanza que cada día ve pasar la belleza en movimiento, insultando a la amiga de la envidia.

El abundante calor da miedo a la tristeza y la encierra en la figura que poco a poco el frío asusta. Cohetes de colores, haciendo el amor en el silencio, despertando la incertidumbre de la gente sin creencias.

Háblame sin decir nada, para que mis oídos tapados puedan pedirte perdón por la ignorancia de mis actos a la hora de quererte. Tu rostro me dice que no quieres mirarme, cuando nuestras almas solo piensan en juntarse.

Mi corazón no conoce las barreras que has creado, donde solo, el odio imposible, puede ayudarme a derribarlas, flotando en el lago en el que todos nadaremos y ninguno abandonará.

A todos os veré, y a todos amaré. Es tan pequeño el espacio, que no admite el aprecio que voy repartiendo miguita a miguita, intentando que mi mirada abrace a tu caricia, para no dejarse engullir por el olvido.

 

Toutes les droites appartiennent à son auteur Il a été publié sur e-Stories.org par la demande de Juan Carlos González Martín.
Publié sur e-Stories.org sur 21.10.2009.

 
 

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