Diego Gonzalez

El Baile


La música inunda con sus fuertes ondas todo el poblado, la fiesta empieza con el estruendo de grandes fuegos pirotécnicos en el atrio de la bien iluminada iglesia.
Los chiquillos corren presurosos para evitar que los buscapiés los alcancen lanzando a su vez  las palomas tronadoras a los  distraídos transeúntes que brincan con enorme sobresalto.
El baile inicia, Las muchachas pueblerinas con sus piernas embadurnadas de vaselina para no sentir el frío inclemente que azota a toda la región pasan con los brazos entrelazados para darse un poco más de calor, los muchachos engalanados con sus mejores vestimentas, sonríen nerviosos al verlas sentar en una interminable fila de sillas frente a ellos esperando que se decidan a sacarlas a bailar.
La música cambia a un sonido tropical que antoja a todos los presentes a deleitarse y seguirla con movimientos cadenciosos.
Felipe se encuentra decidido de una vez por todas a conquistar a Maribel, tiene mucho tiempo espiándola, siguiéndola cual lince sigiloso al ataque de la presa, pero a la vez no quiere asustarla. Después de tanto y tanto tiempo, es hora de abordarla de una buena vez y hacerle saber que él es una buena persona, aunque no tenga un trabajo fijo, puede ocasionalmente comprarse unos huaraches de hule como los que en ésta ocasión estrena, los cuales combinados con su hermosa chamarra amarilla ya un tanto desteñida por  más de  diez años de antigüedad, no deja de levantar miradas según él de admiración, que en realidad son de mofa.
Maribel… Oh! Maribel, esa tierna y delicada niña de alta sociedad, con sus hermosos vestidos siempre nuevos, limpios y brillantes, con su risa diáfana y cristalina que opaca siempre a las demás, con esos ojos azul turquesa que enamoran al primer contacto, Maribel, tienes que ser mía Maribel…
Tímidamente se acerca y al verla extiende la temblorosa mano para invitarla a bailar.
Ella lo observa extrañada, Quién es este tipo?.  Meditabunda reflexiona y recuerda todas las veces que ha sentido esa mirada que taladra su nuca, ahora lo ubica, es el que siempre le ha ocasionado temor, rechazo y porque no ? Asco mezclado con lástima. Agacha la cabeza, observa con disimulo las grandes uñas negras que sobresalen de los huaraches nuevos, incluso puede percibir el fétido olor que emana de esos maltratados pies.
Sin embargo estira la mano para bailar esa pieza tan largamente anhelada para él, Felipe no puede creerlo, va a bailar!, sonríe con su dentadura amarillenta e incompleta con gran emoción, los ojos al borde del llanto. De pronto siente el gran empellón que lo derriba inmisericorde. Ramiro, el guapo de Ramiro, lo  empuja sin piedad para recibir la mano que se extiende hacia él. Desde el suelo voltea con infinita tristeza para ver a su amada, ella lo ve también, y no puede ocultar la estruendosa carcajada al unísono con el galán que felices van a bailar al centro de la pista.
Ha sido demasiada humillación, ahora sabrán quien es Felipe, se levanta sacudiendo el polvo de su hermosa chamarra amarillenta, acomoda la correa que se zafó de su huarache nuevo y se encamina iracundo hacia la siguiente silla para bailar con alguien más, total, los celos son la mejor medicina, escucha entre risas un “no gracias…”, se encamina a la siguiente, “no gracias...”,   “quítate mugroso…”, “que feo hueles…”, “ni de chiste..”, “ja ja ja ja ja”.
Son las cuatro de la mañana, después de tanto insistir,  Felipe ha estado bailando toda la noche con gran emoción…
SOLO…

Toutes les droites appartiennent à son auteur Il a été publié sur e-Stories.org par la demande de Diego Gonzalez.
Publié sur e-Stories.org sur 19.12.2010.

 
 

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