Serendipity

Recuerdos

Que me sigo acordando de momentos y frases, o palabras puntuales... Como esa madrugada en la que me desperté destapada, semidesnuda y helada a tu lado; temblando de frío... De que al darte cuenta, abriste los ojos y dijiste mientras me pasabas la manta por encima: "Ayyy... pobriña"... ¿"Pobriña"? ¿Quién demonios dice "pobriña", a parte de ti? Y me callé pensando en lo tierno que me resultaste en ese momento, y me dormí de nuevo; aunque ese recuerdo a veces sobresalta mi memoria, sin apenas previo aviso...

Recuerdo las payasadas de esa otra noche, en el sofá. De cómo sacabas la lengua para meterla en mi boca mientras decías: "dámelo todo", con voz de retardado... y de mis carcajadas invadiendo tu salón...

De nuestras charlas al anochecer. Del vino… De la hora del vino contigo…
 
De cuando me comentaste que te encantaba lo segura que me veías al decir que tú y yo nunca íbamos a discutir, que nunca la cagaríamos... De lo genial que me sentí cuando lo dijiste porque, verdaderamente, me jodería que así fuera... que enviáramos tan buen rollo a la mierda, como todo el mundo siempre hace en sus historias personales, por pensar demasiado y querer demasiadas cosas, por intentar recibir o pedir más de lo razonable, por dejarse llevar más tiempo de lo que resulta seguro para la salud emocional...

De tus besos insonoros; los de verdad... De tus besos sonoros y artificiales; intentando imitar a los del resto de las personas...

De tus historias, de que siempre tenías algo que contar y de que, en algunas ocasiones, te interrumpías a ti mismo preguntándote en voz alta por qué me estabas contando eso... si no tenía ningún interés... 

De tu lengua recorriendo la comisura de mis labios...
 
De lo relajado que a veces te mostrabas conmigo… De tus confesiones rompiendo mis esquemas sobre quién eras en realidad…
 
De mi facilidad para contarte cosas que nunca cuento…
 
De tu nombre… de tu nombre en su plenitud… De que me timaste, pues no era tan redicho, ni horrendo como asegurabas… y me prometiste decírmelo si yo te confesaba el mío primero, que sí son ambas cosas… Maldito…
 
De esos cajones mentales en los que a veces guardas situaciones a las cuales no sabes muy bien cómo enfrentarte… Y de que la última noche a mí me guardaste en uno de esos cajones para no pensar mucho en que pronto me iba… De lo mucho que me gustó saber que habías construido un cajón para mí, aunque sólo fuera por unas horas…

De la minúscula mancha roja que tienes a la altura de tu lado derecho del pecho, de que mis ojos siempre comenzaban a recorrerte desde ese punto cada vez que te arrancaba la camiseta... Sin duda era un buen punto de inicio... pero había más…
 
De mis esfuerzos por aprenderte, por retener una imagen mental lo más nítida posible de nuestros encuentros para que, a mi vuelta a la rutina, ese recuerdo me sirviera de recreo puntual…

De ti sobre mí, segundos antes de decirme que llegabas, segundos antes de que llegáramos... De tu cara justo en ese momento, de cómo entreabrías la boca y fruncías el ceño mientras me mirabas de esa manera, con esa puta intensidad que revolvía, más aún si cabía, todas mis hormonas…

Y de ti sobre mí, segundos después de llegar, todavía en mi interior, de tu pecho descansando sobre el mío mientras oía tu respiración acelerada volver poco a poco a la normalidad… De mis piernas y mis brazos rodeándote... Pensando que no había otro lugar en todo el universo en el que quisiera estar en ese momento, que justo ese; en esa habitación... Contigo...
 

Toutes les droites appartiennent à son auteur Il a été publié sur e-Stories.org par la demande de Serendipity.
Publié sur e-Stories.org sur 20.12.2013.

 
 

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