IMPROVISADAMENTE PRONTA
(Neosurrealista experimental)
Era la madera temerosa de los clavos,
una herradura de jazmines angustiados,
tan invisibles como nueces y melones,
un número reducido a rostro de tarde,
porque el horizonte habla de trigo.
Triste, y si no llegas, se habrá desvanecido en las cuatro tapias,
concurridas fuera: Del taxímetro donde iba una manzana viva,
sino más bien danzaban todos por ahí, prendidos del miedo,
cogidos de las manos frías, de fiero asombro, quemados,
en un antiguo perfume apagado sabor de ayer,
cartón-piedra, y falsa apariencia de relieve,
en cama, por el paso calamar en su tinta.
¿Qué, qué?. Solo tres caballos púrpuras,
tejieron una ingrata gota en el techo.
¡No es posible!. Si ayer la escoba,
estaba en aquél rincón redonda,
y aún era noche para huir.
Ejemplo de Biología, en que los peces grandes, no tienen más,
que bostezar elevando al tranvía y el metro con su escolta indiferente,
paz última de los novios que atenúa la niebla, entre miel,
con la belleza del encuentro, y el dolor consecuente a la belleza,
por el tumulto verde seco, que es vasija de otro verde,
que seco abarca toda la costumbre del renacer, cenizas,
son los días perdidos, en que cada noche su faz asoma.
Porque el hombre a la razón dobla en su frente,
mas sólo el hierro ardiente está en la red de los silencios.
Y su copo doliente yace en un instante que esperó en vano,
de una noche a otra noche. ¡En la misma fuente velada!.
Agreste en el balcón abierto donde hay un libro, y flores...
Un timbre casi anuncia el confín tan oscuro de amarillo.
En cintas mustias. Donde todo se prometía tan risueño,
tan dulce. ¡Fueron tantos aquellos vehementes deseos!.
Como raros y ajados estandartes, escarnio en la ausencia,
de sus manos, de la arena amarga clausura, que se mueren.
Las señales del tiempo dulcemente, y donde la música cesó,
por eso, recojo la mirada y la vuelvo un recuerdo en el cielo.