EL DESTRIZAR DESENFRENADO
Detrás de la voz duerme fría,
la pestaña tenaz del cementerio,
con la ropa y las ventanas.
Arrastrando lágrimas añejas,
por desnudar nudos entre arena,
arañando las palabras recién nacidas,
con amantes látigos ligeros.
¡Ayúdame!. Dices: Difícil medalla,
al cordero y la ceniza con cereza.
Vaya, vaya. Es la edad inútil dátil,
con el rostro compartido…
Donde suelen desvestirse sueños,
engañando, velas, al retrato amargo.
Mira como muda de piel muda,
el silencio, perfumado de alaridos,
y deshoja al frío sus flamas,
y al vapor los labios vanos.
¡Oh, campanas!. ¡Oh, caderas!. ¡Oh, cadenas!.
De puentes inquietos gemidos.
De montañas violines amarillos.
Cansados suspiros sentados en lunas.
Fragmentados infinitos dibujados.
De dos en dos, árboles polares.
Donde redondo el ruido escapa.
Mira como el viento me mira.
Ya me voy. ¡Mira el viejo verano!.
Le diré del párpado del agua,
del horizonte secreto y vertical.
Aunque cuelguen las pipas los gatos,
y las lápidas sus olas y risas,
los labios del tiempo dulce.
¿Quieres qué olvide las ruedas?.
Dime cielo:
¿Cuál féretro quieres?.
Dime amor:
¿Tiene la carne redes?.
Ya en paz el pelo dice:
Muere con tus noches luchas.
Muere con tus falsas luces.
He aquí mi pecho…
La paz asesina el ojo
el pez la serpiente la paloma.
¡Y el mundo esconde, la cabeza!.