REFLEXIONES ENTRE EL MOCHO Y LA GAMUZA
-¡Nos hemos jodido la vida!
Esta era la expresión que sé hacia Lola, una de tantas españolas nacidas en la década de los sesenta, tomándose un café, después de una comida fugaz y recalentada a las tres de la tarde ante la atenta mirada de su perro “Bach”
“Bach” era un perro, cruce de pastor alemán y mastín, que sé hacia grande por días, amenazando en no caber cuando creciera, en aquel piso de protección oficial que con tantos sudores se habían comprado.
...Lo de comprado era un decir, porqué en el banco las letras se multiplicaban de una manera imparable.
-Es curioso- comentaba Lola en uno de los monólogos que tenia haciendo las tareas domésticas después del trabajo:
...Antes las familias tenían hijos ahora, como dicen que la sociedad ha evolucionado, tienen perros. Será porque con un perro no tienes que molestarte en darle una carrera universitaria como a los hijos y cargar con ellos durante toda la vida.
... Que sí el colegio subvencionado, que sí la ortodoncia, que sí la ropa. Después, cuando son mayores y se casan sigues con los nietos...
Un perro es más cómodo, lo tienes, te hace compañía, le das de comer y además son agradecidos... ¡ Pero los hijos!... te cansas de hacer cosas por ellos, te dejas la piel para que estudien, para que tengan una vida mejor que la tuya, y como máximo, cuando, te hagas mayor, te meterán en una residencia geriátrica, y te vendrán a ver los fines de semana. ¡ Y muchos ni eso!
“Bach”, el perro, seguía persiguiéndola por toda la casa y entorpeciéndola en la que seria su segunda jornada.
En esa jornada, no remunerada y nunca agradecida:
Le esperaba.. ¡el mocho y la gamuza!
Lola se negó siempre a ser una fregona. Estudió con becas y se colocó bien. Ganaba un buen sueldo, aunque nunca fue dueña absoluta de él, ya que los gastos de la casa se lo llevaban todo.
...........
La doble jornada empezaría con la limpieza de la casa, haciendo una breve interrupción, a media tarde, para ir a recoger a los niños del colegio.
Lola volvería a ponerse aquella crema antiarrugas que anunciaban por la televisión, porque ya rozaba casi los cuarenta, y a esas edades una no está para jugársela utilizando cremas de las tiendas “ de todo a cien”.
Así que, se exprimiría la vista y la mente buscando en los hipermercados aquella crema que estuviera de oferta, pero que se pareciese lo más posible a aquellas cremas milagrosas que anunciaban en televisión, siempre con modelos que no se parecían en nada a la realidad.
-¡Esas son de plástico!- comentaba Lola en voz alta ante la mirada atenta del chucho que no se perdía detalle-.
¿Tu crees que esas señoritas, las ves por la calle, con cuerpos diez y con pieles de terciopelo?¡Pues no!
Lo que ves en la calle, son señoras que disimulan los michelines con fajas, o que se rompen la piel haciendo aeróbic, o jogging, o
¡como coño se diga!
Y no digamos de las que salen en bañador- seguía Lola mocho en mano y gamuza en el hombro-.
Esas, con esos cuerpos maravillosos:
¡Todo mentira!
La mayoría son modelos o nenas de veinte años. Yo cuando tenia esa edad, también me vanagloriaba de esa figura.
Y haciendo un ademán al estilo de las mejores top-models, se subió la falda para que el perro, que no entendía nada de lo que pasaba pudiese ver sus piernas.
-¡Guauu!- ladró el perro.
-Bueno chico, ¡qué no es para tanto!- gruñó Lola
...........
Se echaba la hora encima, y llegaba el momento de volver a acicalarse, y ponerse la gorra de taxista para ir a la puerta del colegio, recoger a los niños y llevarlos a las diversas actividades a las que estaban apuntados, para, supuestamente, mejorar su porvenir.
-¡Vaya tontería! -dijo Lola repasando la raya de los ojos-
-Me dirás que les va a servir a mis hijos hacer judo o karate, ¡como si eso sirviese de algo!
Lola perfilaba ahora los labios y coloreaba sus mejillas, con eso completaba toda su restauración.
“Bach”, el perro, seguía mirándola como embobado, girando su cabeza de un lado a otro mientras Lola seguía con su monólogo.
..Ahora llegaré a la puerta del colegio y, como cada día, encontraré las mismas caras, las mismas mamás diciéndome lo bien que van sus hijos, quejándose de los profesores y alguna, con un poco más de mala leche, aun me dirá:
¡Que mala cara haces, chica, tienes que cuidarte!.
Y ¡claro! , yo contestaré, como siempre, que la vida esta muy achuchada, y que hay que trabajar para mantener la casa y la familia.
Yo no sé por que las mujeres de nuestra generación nos hemos matado queriendo ser” mujeres diez”, pero no como la de la película, sino diez porqué abarcamos todo:
el salario que llevas, la educación de los hijos, la compra, la comida... ¡la plancha!
Al decir esta mágica palabra, Lola dio un respingo de indignación y el perro salió huyendo al baño-.
- ¡Que horror!, Yo no entiendo con los adelantos que existen, no se haya inventado la plancha automática, de esas que planchan solas.
¡Pero no! ahí esta la plancha siempre a punto, que si la raya del pantalón, que si la camisa tiene una arruga..
¡Odio la plancha, Bach! yo creo que todas las mujeres la odiamos.
El perro, que ya había vuelto, ahora se dedicaba a morderle los zapatos.
-¡Eso, nada más me falta que me rompas otras medias! abro más paquetes de medias que de cigarrillos..
... Y eso que Lola, era de las que fumaba un paquete de rubio al día, pero no de los caros, sino de aquellos que se parecían a los caros, aunque le dejasen un mal sabor de boca al levantarse y una tos perruna, nunca mejor dicho.
-¡Pues mira, si tengo que morir de algo, por lo menos moriré a gusto!.-exclamó Lola calzándose los zapatos de tacón y dejando las zapatillas en el armario de los zapatos-Porque cuando me descuide, estaré en la menopausia y me acribillaran con los dichosos parches de hormonas.
¡Jo, que mal me han sentado los treinta y muchos... !- dijo haciendo una caricia al perro y dirigiéndose a buscar la chaqueta y el bolso.
Y seguía con el monólogo..
-Una mujer, cuando llega a los treinta y muchos, piensa que todavía es joven, pero cuando en las tiendas le empiezan a llamar de usted, o se refieren a ella como señora, ¡ay!, entonces le empiezan los malestares: que si soy vieja, que si no sirvo para nada, que si ya soy cuarentona, que si cuando era joven y veía una señora de cuarenta me parecía una mujer mayor.
¡Excusas!
Lo que ocurre, es que te estás haciendo mayor y no lo quieres reconocer. Entonces empiezas a vestirte como una veinte añera, y a teñirte el pelo porque las canas asoman cada mes y en muchas ocasiones haces el ridículo...
¿Dónde habré puesto las llaves del coche?- exclamó Lola mientras le perro la seguía por toda la casa –
-¡No!, si ahora solo me falta llegar tarde- seguía hablando Lola-
Y siguió con su retahíla...
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Y después de colocar a los niños, ¡a la compra!
Llegas al hipermercado con el tiempo justo, y empiezas una carrera acelerada y a contrarreloj, a mirar precios, lo mas barato, lo que está de oferta, pero te piensas que eres tu sola la que lo hace de esa forma... ¡No!...Si te fijaras, cosa que no haces, porque vas ciega con el tiempo.. verías que todo el mundo anda igual.
Después con el carro lleno, a recoger a los niños de las actividades. Cuando llegas a casa, ayúdales a hacer los deberes, mientras a toda prisa vas colocando la compra, y haciendo la cena y la comida del día siguiente.....
-Y cuando llegan las once de la noche, ya con el rimel corrido, la cara cansada y los pies como botas, aún te queda tiempo para tender aquella lavadora que dejaste puesta y caer rendida, por fin en el sillón para tragarte el bodrio que ponen en la televisión, o en el mejor de los casos, quedarte dormida en el sofá.
Y aún, el marido te pide guerra, y consientes, por aquello de satisfacer tus necesidades sexuales y porque va bien para quitarte el estrés.
Y eso, Bach, que somos de la generación de la liberación de la mujer, y la de los derechos y deberes compartidos y bla bla bla.
Lola da un suspiro hondo y el perro la imita.
-Muchas veces pienso que vivían mejor nuestras madres, por lo menos ellas se encargaban de criar a los hijos y limpiar la casa.
Nosotras lo hemos querido abarcar todo y, en definitiva somos esclavas de nuestro propio sistema. ¡Vaya mierda!
-¡Aquí están las malditas llaves!, nunca sé donde las pongo--exclamó Lola con una aire de resignación
Diciendo esto, Lola abrió la puerta de la calle, despidiéndose de Bach, que quedó preparado para la siguiente ocasión, en la que Lola volvería a sacar todo aquello que tenía dentro y que nadie escuchaba, aunque se dijera en voz alta.
Porqué esta es la voz de millones de mujeres que monologan a solas, porque no tienen el valor de tirar el mocho y la gamuza por el balcón y cambiar el sistema donde les ha tocado vivir.
-¡Guauu, guau!-ladró Bach, el perro, y pensó:
(Menudo discurso me ha echado)
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....Para que luego digan que los perros no se quejan
Angels Vinuesa