Nunca se deja de pertenecer a la sangre
que marca nuestro diseño.
Nunca se deja de formar parte de ese mundo
o de ese otro mundo
del cual nunca se debió de salir.
No existe Pigmalión más que en la mente de algún egocéntrico
o de los sumisos
que sólo son de y por quienes son
pero no se atreven a ser ellos mismos.
Los genes pueden esconderse.
Puede ocultarse su regalo
tras el brillo de una exquisita educación,
la oscuridad de una prudente observación,
la neutralidad de lo intelectual.
Posiblemente pueda solaparse esa herencia.
Pero al final…
Nunca se deja de servir a esa marca innegable
de ser nosotros mismos
y no nos abandona ese recuerdo que nos impulsa
al lugar
a ese lugar maldito
del que quisimos huir
y al que
sin duda
pertenecemos:
Lo vulgar.
Toutes les droites appartiennent à son auteur Il a été publié sur e-Stories.org par la demande de Maria Teresa Aláez García.
Publié sur e-Stories.org sur 17.11.2008.
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