... mientras la tarde vive y se abrasa contra el pecho del mar,
sus cenizas desprenden olor a manzanas y tu cuerpo vibra;
... tu cuerpo, tu cuerpo de castaño en flor, de seda y mimbre,
león y agua;
toda tú reconstruyendo mi corazón y mis manos en ruina,
calmando mi sed de muerte herida y acabada;
... ah, esta luz nuestra, Fenicia - recordémosla siempre -
nos está haciendo llorar de amor;
… porque ¿ adónde irá a parar - digo - a qué otros mares y orillas arribará este instante
de resurrección, e incluso el más reciente en que te dije ¡ te amo ! ?
… y cómo, cómo aparecerá el ultimo día con su piel de bronce,
aquél en el que han de caer las constelaciones y mudas y rotas han de continuar fluyendo
del pus de los ojos y chocando e hiriéndose contra la sombra y el verdín de plazas
rotas y olvidadas;
Fenicia, cómo será ese día; ah, pensémoslo ahora; con qué nos hablará;
… pero, después de todo, este olor a manzanas, este pulso nuestro que tanto puede
porque estamos aquí ¿ no nos da resplandor, infinitud y fuerza hoy ?
dime ¿ no nos hace ciertos ?
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Toutes les droites appartiennent à son auteur Il a été publié sur e-Stories.org par la demande de Antonio Justel Rodriguez.
Publié sur e-Stories.org sur 01.09.2009.
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