Carlos Mª Martorell de la Puente

El hombre cohete...

El hombre cohete, pintado de rojo inflamado y cargado de combustible, esperaba en la lanzadera su ejecución. Su sentencia a morir solo divagando en  los espacios, a morir solo perdido en la galaxias, era inapelable. Esperaba el momento de la ignición en el centro de la plaza, en la plataforma de lanzamiento, rodeado de un público selecto que rumoreaba deliciosamente. El hombre cohete había sido antiguamente el mejor analista de sueños del país y reputado malabarista. Barcelona latía como el corazón abierto de una ballena, como una espada agitada en el aire, como un niño llorando. El mar humeaba y apestaba. Las olas se repetían marrones y imitaban la ira y los insultos, la discusión de un matrimonio malavenido. Las mariposas nocturnas y otros insectos inclasificables asediaban las luces y los neones, el gas se expandía, las ratas se peinaban el bigote y discutían sobre los cuatro puntos cardinales antes de la estampida. Barcelona con una herida de bala era más hermosa aún. El hombre cohete consultaba el reloj y desde su frente privilegiada se adivinaba un lamento infinito que se prolongaría hasta los últimos rincones del universo. La sentencia se ejecutaría, la condena inhumana, el destierro más atroz, la represalia más cruel colmaría el caprichoso apetito del comendador frente aquel público tan selecto; la crema de la sociedad. La noche brillaba, las ranas silbaban en los charcos, la familia de enanitos dejó de coser calcetines y se preguntaban alegres por su futuro tan inesperado. Tomás acariciaba su revólver extasiado, profundamente enamorado. Nadie le suponía a Julieta tanta virtud, tanta nobleza, un corazón tan tierno; paseaba por las calles de la ciudad en su motocicleta, con sus cabellos agitándose en el viento saludando a sus vecinos y contestando las llamadas de sus amigas al celular con las manos libres. La consecuencia fue cruel, espantosa. El hombre de la luz, abatido, lloraba sentado en una acera. La luna sangraba coágulos de regla atrasada y de vez en cuando burbujas de leche agria. Cambios! Cambios!  
 

Toutes les droites appartiennent à son auteur Il a été publié sur e-Stories.org par la demande de Carlos Mª Martorell de la Puente.
Publié sur e-Stories.org sur 27.02.2011.

 
 

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